Cyrano de Bergerac – Edmond Rostand

cyranoCYRANO.
¡Marchaos! Un momento… Decidme, ¿por qué miráis tanto mi nariz?
EL IMPERTINENTE. (Asustado.)
¡Que yo miraba…!
CYRANO.
¿Qué tiene de extraño?

EL IMPERTINENTE. (Retrocediendo.)
Vuestra señoría se equivoca.
CYRANO.
¿Es blanda y colgante como una trompa?
EL IMPERTINENTE. (Retrocediendo.)
Yo… no…
CYRANO.
¿O encorvada como el pico de un buho?
EL IMPERTINENTE.

Yo…
CYRANO.
¿O acaso tiene una verruga en la punta?
EL IMPERTINENTE.
Pero si…
CYRANO.
¿O alguna mosca por ella se pasea?… ¡Contestadme! ¿Tiene algo de extraño?


EL IMPERTINENTE.
¡Oh!
CYRANO.
¿Es un fenómeno?
EL IMPERTINENTE.
Tuve mucho cuidado de no mirarla…
CYRANO.
¿Y por qué no la habéis mirado?
EL IMPERTINENTE.
Yo había…
CYRANO.
¿Acaso os disgusta?
EL IMPERTINENTE.
¡Caballero!
CYRANO.
¿Tan mal color tiene?

EL IMPERTINENTE.
¡Oh no!, no es…
CYRANO.
Y su forma… ¿es obscena?
EL IMPERTINENTE.
¡Que va!… ¡Al contrario!
CYRANO.
¿Por qué la despreciáis entonces? ¡Quizás os parece un poco grande!…
EL IMPERTINENTE.
Me parece pequeña… muy pequeña… ¡pequeñísima!
, CYRANO.
¿Qué?… ¿Cómo?… ¿Acusarme de semejante ridículo? ¡Pequeña!.  ¿Que mi nariz es pequeña?
EL IMPERTINENTE.
¡Cielos!…
CYRANO.
¡Enorme! … Imbecil desnarigado. ¡Mi nariz es grandísima! Y has de saber, cabeza de alcornoque, que estoy muy orgulloso de semejante apéndice. Porque una nariz grande es característica de un hombre afable, bueno, cortés, liberal y valeroso, tal como soy y tal como vos nunca podréis ser, ¡lamentable idiota!, porque una cara sin ninguna cosa especial (le abofetea)…
EL IMPERTINENTE.

¡Ay…!
CYRANO.
…está tan desnuda de orgullo, de gracia, de lirismo y de suntuosidad, ¡como ésta (le vuelve por los hombros y une el gesto a la palabra) a la que mi bota va a buscar debajo de vuestra espalda!
EL IMPERTINENTE. (Huyendo.)
¡Socorro!… ¡cuidado con ese hombre!
CYRANO.
¡Que esto sirva de aviso a los papanatas que encuentran divertido el centro de mi rostro! ¡Y si, por ventura, el mirón es noble, tengo por costumbre, antes de dejarle marchar, meterle por delante, y un poco más arriba, una espada en vez de la punta de mi bota!
DE GUICHE. (Que baja del escenario acompañado por los marqueses.)
¡Terminará aburriéndonos!
EL VIZCONDE DE VALVERT. (Encogiéndose de hombros.)
¡No es más que un fanfarrón!
DE GUICHE.
¿Y nadie va a responderle como se merece?
VALVERT.
¿Nadie?… ¡Esperad un momento y veréis!… (Se dirige hacia Cyrano, que le observa, y se planta ante él con pedantería.) Tenéis… tenéis… una nariz… ¡una nariz muy grande!
CYRANO. (Gravemente.) ¡Mucho!
VALVERT. (Riendo.)
¡Ja, Ja!
CYRANO. (Imperturbable.)
¿Eso es todo?

VALVERT.
Yo…
CYRANO.
Sois poco inteligente, jovenzuelo. Pueden decirse muchas más cosas sobre mi nariz variando el tono. Por ejemplo, agresivo: «Si tuviese una nariz semejante, caballero, me la cortaría al momento»; amigable; « ¿Cómo bebéis; metiendo la nariz en la taza o con la ayuda de un embudo?»; descriptivo; « ¡Es una roca… un pico… un cabo…! ¿Qué digo un cabo?… ¡es toda una península!»; curioso; «¿De qué os sirve esa nariz?, ¿de escritorio o guardáis en ella las tijeras?»; gracioso; «¿Tanto amáis a los pájaros que os preocupáis de ponerles esa alcándara para que se posen?»; truculento; «Cuando fumáis y el humo del tabaco sale por esa chimenea… ¿no gritan los vecinos; ¡fuego!, ¡fuego!?»; prevenido; «Tened mucho cuidado, porque ese peso os hará dar de narices contra el suelo», tierno; «Por favor, colocaros una sombrilla para que el sol no la marchite»; pedante; «Sólo un animal, al que Aristóteles llama hipocampelefantocamelos, tuvo debajo de la frente tanta carne y tanto hueso»; galante: «¿Qué hay, amigo? Ese garfio… ¿está de moda? Debe ser muy cómodo para colgar el sombrero»; enfático: «¡Oh, magistral nariz!, ¡ningún viento logrará resfriarla!»; dramático; « ¡Es el mar Rojo cuando sangra!»; admirativo; « ¡Qué maravilla para un perfumista!»; lírico; «Vuestra nariz… ¿es una concha? ¿Sois vos un tritón?»; sencillo; «¿Cuándo se puede visitar ese monumento?»; respetuoso «Permitidme, caballero, que os felicite; ¡eso es lo que se llama tener una personalidad!»; campestre; ¿Que es eso una nariz?… ¿Cree usted que soy tan tonto?… ¡Es un nabo gigante o un melón pequeño!»; militar: «Apuntad con ese cañón a la caballería!»; práctico: «Si os admitiesen en la lotería, sería el premio gordo». Y para terminar, parodiando los lamentos de Píramo: «¡Infeliz nariz, que destrozas la armonía del rostro de tu dueño!» Todo esto, poco más, es lo que hubierais dicho si tuvieseis ingenio o algunas letras. Pero de aquél no tenéis ni un átomo y de letras únicamente las cinco que forman la palabra «tonto». Además, si poseyeseis la imaginación necesaria para dedicarme, ante estas nobles galerías, todos esos piropos, no hubieseis articulado ni la cuarta parte de uno solo, porque, como yo sé piropearme mejor que nadie, no os lo hubiese permitido.
DE GUICHE. (Intentando arrastrar al vizconde que está como petrificado.) ¡Dejémosle, vizconde!
VALVERT. (Sofocado.)
¡Demasiados humos para un hidalgillo… que… que ni siquiera usa guantes y sale a la calle sin cintas, sin borlas y sin charreteras!
CYRANO.
¡Mi elegancia va por dentro y no me acicalo como un ganapan cualquiera! Aunque parezca lo contrario, me compongo cuidadosamente, más que por fuera. No saldría a la calle sin haber lavado, por negligencia, una afrenta; sin haber despertado bien la conciencia, o con el honor arrugado y los escrúpulos en duelo. Camino limpio y adornado con mi libertad y mi franqueza. Encorseto, no mi cuerpo, sino mi alma, y en vez de cintas uso hazañas como adorno externo. Retorciendo mi espíritu como si fuese un mostacho, al atravesar los grupos y las plazas hago sonar las verdades como espuelas.

V ALVERT.
¡Caballero!…
CYRANO.

¿Que yo no tengo guantes?… Decís bien. Tenía uno solo, resto de un viejo par… y cierto día, como me molestaba ya tenerlo, ¡se lo arrojé al rostro a cierto petimetre!

VALVERT.
¡Tunante!, ¡Bellaco!, ¡Sinvergüenza!
CYRANO. (Descubriéndose y saludando como si el vizconde acabara de presentarse.)
Y yo, Cyrano Sabino Hércules de Bargerac.
(Risas.)
VALVERT. (Exasperado.)
¡Bufón!
CYRANO. (Dando un grito como si le hubiese dado un calambre.)
¡Ay!
VALVERT. (Que ya se iba, volviéndose.)
¿Qué pasa ahora?
CYRANO. (Haciendo muecas de dolor)
Hay que airearla porque si no se enmohece… Esto me sucede por no darle trabajo… ¡Ay!
VALVERT.
¿Qué os ocurre?
CYRANO.
¡Siento en mi espada un hormigueo!
VALVERT. (Sacando la suya.)
Si lo queréis, ¡sea!
CYRANO.
Voy a daros una estocada sorprendente.
VALVERT. (Con desprecio.)
¡Poeta!…
CYRANO.
Decís bien… ¡poeta!… y tan grande que, mientras combatimos, improvisaré en vuestro
honor una balada.
VALVERT.
¿Una balada?
CYRANO.
¿Acaso no sabéis en qué consiste? (Recitando como si se tratase de una lección.) La balada se compone de tres coplas de ocho versos…
V ALVERT. (Riéndose.)
¡No sabía!…
CYRANO. (Continuando.)
…y de un envío de cuatro…
VALVERT.
Vos…
CYRANO.
Compondré una mientras me bato, y tened por seguro que en el último verso seréis tocado.
VALVERT.
¡No podréis!

The URI to TrackBack this entry is: https://poesiaybelleza.wordpress.com/2009/01/04/cyrano-de-bergerac-edmond-rostand/trackback/

RSS feed for comments on this post.

5 comentariosDeja un comentario

  1. «Decid, ¿sois pavo o cordero?
    permitid que me decante por el pavo, que es ligero
    y como vos arrogante.
    ¿Por donde os trincho primero?»

    Pero mejor:

    «Porque tiemblas cual hoja
    y la causa soy yo.
    Porque siento que tiemblas
    y lo quieras o no
    el temblor de tus manos enardece el jardín
    desciende por las ramas
    y estalla en el jazmín.»

    El Cirano estaba al caer… se olía.
    Mira lo que colgué aquí:
    http://marrawurdi-harbourlights.blogspot.com/2008/06/cyrano-de-bergerac_11.html

  2. Por supuesto, estaba en el aire…

    Es una de mis obras de teatro preferidas. Nunca una nariz fue tan adorada…

  3. Me encanta Cyrano, me parece uno de los héroes trágicos mejor logrados. ¡Es tan bueno el pobre, que no hay manera de que pueda ser feliz!
    Más que la escena del balcón o la de la muerte de Cyrano, la del combate con Valvert, la del no, mercy con Le Bret y la batalla de Arrás, me parecen geniales por lo simples y humanas.

  4. Cyrano es poesía viva en cada momento. El duelo es antológico y la escena del balcón bellísima.

    Un saludo

    MrWilliam

  5. ES BASTANT GUAYY


Deja un comentario