Diario de Akeru VIII

Que un vampiro le ofrezca a un humano ser iniciado, es como ser pedida en matrimonio; no porque tengas que estar con ese vampiro el resto de tu vida, que es eterna, sino porque el vinculo mismo del vampirismo es para siempre. Si dices sí, ya no hay vuelta atras. Dejaras de ser humano y no hay forma de volver sobre tus pasos si lo que te encuentras al cruzar la puerta no te gusta.

El ritual de iniciación es… Bueno, en realidad no es un ritual ya que la magia no interviene para nada. No hay pentagramas, ni libros antiguos, ni conjuros en lenguas extrañas… Aunque decir que la magia no interviene… Lo cierto es que sí esta presente, la magia mas antigua, la que no necesita de parafernalias ni de representaciones: la magia de la sangre.

¿Os acordáis del dia de vuestro nacimiento? ¿Qué paso y lo que sentisteis al salir de ese lugar tan acogedor, al duro y frío mundo? Nadie se acuerda. El día mas importante de todo ser humano y nadie puede acordarse. Quizá es porque es tanto el dolor y el sufrimiento que provoca el acto fisico y espiritual de nacer, que si nos acordáramos, seria un lastre que nos impediría crecer y madurar.

El nacimiento de un vampiro es muy diferente.

El club Dumas – Arturo Perez Reverte

Después de cepillarse los dientes se desnudó para meterse en la ducha. Casi empañado por el vapor, el espejo reflejaba su imagen, flaco y duro cual un lobo descarnado, cuando dejo caer la ropa a los pies. Otra vez la punzada de angustia vino de muy lejos, del pasado, para rondar su conciencia en una ola remota, dolorosa; igual que una cuerda que vibrase dentro de la carne y la memoria. Nikon. Continuaba recordándola cada vez que se desceñía el cinturón, que ella siempre se obstinaba en soltar con sus propias manos como si de un extraño ritual se tratara. Cerro los ojos y la vio de nuevo ante él, sentada en el borde de la cama, deslizándole por las caderas el pantalón y luego el slip despacio, muy despacio, saboreando el momento con una sonrisa cómplice y tierna. Relájate, Lucas Corso. Una vez lo había fotografiado a hurtadillas, dormido boca abajo con una arruga vertical en el ceño y la mejilla oscurecida por la barba, que le enflaquecía el rostro acentuando el rictus amargo y tenso en las comisuras de su boca entreabierta. Parecía un lobo exhausto, receloso y atormentado en la desierta llanura de nieve de la almohada blanca, y a él no le gustó esa foto al descubrirla por casualidad en la cubeta de fijador del cuarto de baño que Nikon utilizaba como laboratorio. La había roto en trozos pequeños, con el negativo, y ella nunca dijo nada.

Fragmento de El Club Dumas, de Arturo Perez Reverte

Diario de Akeru VII

Una de las cosas buenas de ser vampiro es que dejamos de tener la necesidad de poseer a los demás. Si Hikari, Kurayami y yo fuésemos humanos, no podríamos mantener nuestro triangulo mucho tiempo porque los dos sentirían la necesidad de ser los únicos habitantes de mi cueva de Ali Baba. Pero siendo vampiros, sabemos que no pertenecemos a nadie mas que a nosotros mismos, y que nadie nos pertenece. No tenemos la exclusiva sobre el placer de nadie.

A veces he sorprendido miradas entre ellos, fugaces momentos que me erizan el vello de la nuca. Son amantes, lo se, y lo único que me pregunto es cuando me invitaran a participar en sus juegos, porque me muero de ganas.

Hacer el amor con Hikari es como volar con un biplano a toda velocidad, con el aire sacudiéndote el pelo; hacerlo con Kurayami es como ser amada por toda la humanidad.

Estar junto a los dos… ¿el Paraiso?

AZAZEL: EL DEMONIO DE DOS CENTIMETROS – ISAAC ASIMOV

Conocí a George en un congreso literario celebrado hace muchos años, y me llamó la atención el peculiar aire de inocencia y de candor que mostraba su rostro redondo y de mediana edad. Inmediatamente decidí que era la clase de persona a quien uno le dejaría la cartera para que se la guardase mientras se bañaba. El me reconoció por mis fotografías en la contraportada de mis libros y me saludo alegremente, diciéndome lo mucho que le gustaban mis cuentos y mis novelas, lo cual, naturalmente, me dio una excelente opinión de su inteligencia y buen gusto. Nos estrechamos cordialmente las manos, y el dijo:

-Me llamo George Bitternut

-Bitternut- repetí, para fijármelo en la mente -. Un apellido poco corriente.

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Published in: on 28 octubre 2008 at 1:07 AM  Deja un comentario  

A Hikari – Akeru

Published in: on 26 octubre 2008 at 5:01 PM  Deja un comentario  
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Pequeños accidentes

La primera vez fue sin querer, lo juro. Fue con una viejecita del barrio, muy amable y simpática, en las escaleras del parque, las que bordean el estanque. Yo venia de trabajar y era muy tarde, sobre las diez de la noche; ella estaba en lo alto de la escalera, preparándose para bajar, decidiendo que pie usaba primero; yo venia corriendo porque era viernes, había quedado con un tío guapísimo y solo tenia una hora para prepararme. No vi ni la piedra ni a la vieja hasta que fue demasiado tarde. Tropecé con la piedra, trastabille, adelante las manos para agarrarme a algo y estas tropezaron con la vieja, que cayo rodando por las escaleras si hacer casi ruido.

Ahí me di cuenta de lo fácil que puede llegar a ser matar.

Me largue de allí echando leches, me fui a mi casa, me fumé un porro -para tranquilizarme- y tuve mi cita -un éxito, por cierto; cachas y complaciente…
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Published in: on 26 octubre 2008 at 12:32 AM  Comments (7)  
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La espada de la oscuridad – Los señores de Avalon I – Kinley MacGregor

Seren gimió al sentir el sabor de un hombre que no podía ver. Pero sabia quien era. El sabor de Kerrigan era inconfundible. La sensación de su boca sobre la suya.

Ser capaz de sentirlo y no verlo era tan extraño. Como un vivido sueño erótico.

Seren se estremeció cuando él se apartó de sus labios para derramar un sendero de besos abrasadores a lo largo de su cuello. Le subió el vestido un poco mas hasta dejarla completamente desnuda para su placer.

Seren chillo cuando lo sintio tomarle un pecho en la boca y excitar delicadamente el pezon con su lengua. Ningun hombre la habia tocado asi nunca. Ni siquiera habia imaginado que se la pudiera tocar asi. No era de extrañar que las mujeres de entregaran al libertinaje. Hasta el pensar se le hacia dificil mientras su cuerpo palpitaba y danzaba en respuesta a las magistrales caricias de Kerrigan.

Fragmento de «La espada de la oscuridad», primer volumen de la trilogia «Los Señores de Avalon», de Kinley MacGregor.

Diario de Akeru VI

Hikari y Kurayami son tan distintos entre si como sus nombres indican.

Si Hikari es todo alegria y diversion, Kurayami es melancolía y tristeza.

Cuando quiero hacerlo rabiar le llamo lord Byron. Entonces, sus ojos se encienden, furiosos, y se abalanza sobre mi como si quisiera pegarme. Le recibo en mis brazos y le beso devolviendole la furia transformada en pasión.
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Diario de Akeru V

Una de las características básicas del carácter del vampiro, es la reserva de la que hacemos gala a la hora de hablar de nosotros mismos.

Si, ya se, yo aquí estoy hablando por los codos (y lo que hablaré), pero esto es de forma anónima. Además, ¿alguien se cree lo que aquí escribo? Todos pensáis que soy un personaje fruto de la imaginación o, peor aun, de la locura de alguna persona. Ninguno de vosotros cree que soy real. Y a mi ya me vale.

Lo que quiero decir es que ningún vampiro os dirá que lo es, a no ser que quiera convertiros.

A mi me lo dijeron hace un año.
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El dragon – Ray Bradbury

La noche soplaba en el pasto escaso del páramo. No había ningún otro movimiento. Desde hacía años, en el casco del cielo, inmenso y tenebroso, no volaba ningún pájaro. Tiempo atrás, se habían desmoronado algunos pedruscos convirtiéndose en polvo. Ahora, sólo la noche temblaba en el alma de los dos hombres, encorvados en el desierto, junto a la hoguera solitaria; la oscuridad les latía calladamente en las venas, les golpeaba silenciosamente en las muñecas y en las sienes.
Las luces del fuego subían y bajaban por los rostros despavoridos y se volcaban en los ojos como jirones anaranjados. Cada uno de los hombres espiaba la respiración débil y fría y los parpadeos de lagarto del otro. Al fin, uno de ellos atizó el fuego con la espada.
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