Momentos II

djh0ekf8ab1Estar sola y sentirse sola son dos cosas completamente distintas. Claudia no estaba sola. Tenia padres, tenia hermanos, tenia amigos… incluso tenia un medio novio que a veces se quedaba a dormir con ella. Nada serio, por lo menos de momento, pero ahí estaba, con sus anchos hombros, un buen lugar en el que apoyarse en los malos momentos. Claudia tenia mucha gente a su alrededor, sí.

Y sin embargo se sentía sola. Si le hubieses preguntado no habría sabido explicarte por qué; no había motivo ni razón para tener ese enorme agujero en el estomago que parecía engullir toda la felicidad que era capaz de conseguir, ni para que se le cerrara la garganta cada vez que abría la puerta para entrar en el pequeño apartamento donde vivía. No tenia por qué tener esas extrañas ganas de llorar abrazada a la almohada, deseando algo que no estaba alli y que ni siquiera sabia qué era.

Fue al medico, por supuesto, y cada día se tomaba muy obedientemente los antidepresivos que le recetó, pero no llenaron el vacío que había invadido su alma.

La tristeza se fue apoderando poco a poco de Claudia aunque lograba disimularlo ante los demás riendo mas que nunca; no queria tener que dar explicaciones a nadie, porque tampoco sabría qué decir.

Pero una noche todo cambió.

Su apartamento estaba en el séptimo piso de un edificio de la calle Velazquez, justo enfrente del campanario de la catedral. El único paisaje que veía desde sus ventanas eran el frío muro de piedra y la hilera de gárgolas que lo custodiaban. Nadie podía mirarla desde allí y sin embargo, esa noche sintió, por primera vez, unos ojos observándola atentamente a través de la ventana del baño.

Claudia acababa de salir de la ducha. Era verano, hacía calor y el vapor del agua caliente se había acumulado. Abrió la ventana para airear el cuarto de baño; al fin y al cabo, nadie podía verla. Por eso se sorprendió cuando noto unos ojos fijos en su cuerpo desnudo, recorriendolo con avidez… Casi puso sentir físicamente las caricias de esa mirada desconocida.

Cerró la ventana de un golpe, sintiéndose ultrajada. ¿Quien se atrevía a mirarla así? Pero sin querer, la idea que un desconocido la mirara de esa forma la excitó. Su corazón se aceleró y por primera vez en mucho tiempo, esa terrible sensación en su estomago desaparecio para dejar paso a otra mas agradable y placentera.

Claudia volvió a abrir la ventana y se apartó para que todo su cuerpo quedara a la vista del extraño, sintiendo como su excitación crecía al notar de nuevo esos ojos penetrantes acariciándola, recorriendo su cuerpo con ansia desmedida. Casi podía percibir el hambre que la motivaba, hambre de caricias, de abrazos, de momentos compartidos… unos  ojos que pertenecían a alguien que estaba tan solo como ella… ¿Quien sería? ¿Donde estaría escondido?  Pero lo cierto era que no importaba, que daba igual. Fuese quien fuese, no era mas que unos ojos intensos y con eso, ella tenia suficiente.

Y empezó su ritual, secar su cuerpo con la ventana abierta para que aquel extraño pudiese verla mientras extendía la crema hidratante por su cuerpo, para que se excitase como ella mientras recorría su propio cuerpo con sus manos, imaginándose que era él quien la acariciaba, pensando que quizá él también estuviese sintiendo lo mismo que ella… Y cada noche, desde aquella noche, abria la ventana cuando salia de la ducha y dejaba que él la acariciase y la poseyera solo con su mirada…

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7 comentariosDeja un comentario

  1. Sentirse vacío suele ser producto de la previsivilidad de la vida, del hecho de que quizá uno no es lo que querría ser, y además quizá se sienta atado por todos esos que deberían dejarte libre..

    saludos..

  2. Ya no me acordaba de la primera parte de este cuento…
    Sigue, sigue…

  3. El vacío puede ser consecuencia de tantas cosas, Jordim, y algunas, totalmente inexplicables.

    Dulce querido, pues en realidad no tenia pensado darle una continuación. En Momentos solo pensaba colgar aquellos cuentos que no supiese como titular y que fuesen reflejos de un momento vivido por un personaje, pero la gárgola me enamoró y me obligó a seguir contando su historia… Ahora me veo obligada, no puedo dejarla tirada…

    Besos a ambos.

  4. A veces pasa… hay personajes que tiran de tí y te susurran al oido para que cuentes sus historia… se apoderan de tí y, al final, no puedes hacer otra cosa que atender sus demandas… si no fuera así, si nadie los sacase a la luz… se morirían…

    Las gárgolas enamoran siempre… mira las fotos que hizo un ciberamigo que tengo: http://latrocha.wordpress.com/2007/11/22/gargolas/
    (Si tienes tiempo, mira sus otras fotos tambien, merecen la pena)

    Besos.

  5. Tienes razón, hay historias y personajes que cobran vida por si mismos. Si no los relato, me martillean el cerebro y no me dejan dormir, ji ji.

    Las fotos de tu ciberamigo son realmente espectaculares. Me encantaría tener unos ojos que vieran así, pero por desgracia, fotográficamente hablando, soy un desastre… he decapitado a mas amigos que Robespierre.

    Hasta luego.

  6. Es que este chico es realmente muy bueno.

    Estoy seguro de que tú los ojos los tienes… otra cosa es tener la cámara y la habilidad (o el concocimiento)…
    Hay cosas que no tienen foto, o yo no se la sé sacar… las veo en realidad, luego miro la foto, y me desilusiono… aunque con esto de la fotografía digital, a veces me sorprendo de mí mismo.

    No, no te estas volviendo loca (o a lo mejor sí, no lo se), he cambiado la cabecera.

    Parece el Polo Norte, pero no, es el lugar donde vivo y trabajo, aquí en Madrid.

    Besos.

  7. Pues es un lugar muy hermoso…


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